La reforma de la Flota rusa del Mar Negro y su capacidad operativa

La misma vieja escena. El mismo estruendo metálico de las orugas de los blindados al desplazarse por el viejo adoquinado, los mismos gritos marciales de las tropas perfectas, engalanadas para la ocasión y el mismo ambiente de fiesta grande volverán a vestir de solemnidad la Plaza Roja.

Es una imagen que se repite año tras año desde que el 9 de mayo de 1945 en Berlín, la II Guerra mundial terminara para los rusos. Entonces el fin de la contienda se celebró por todo lo alto con un entusiasmo y alegría largamente retenidos. Moscú se desparramó por sus calles y lo mismo sucedía en cada rincón de Rusia. No era para menos, una de las peores pesadillas que ha sufrido este pueblo había pasado a la historia.

Nunca los dirigentes han dejado pasar este tipo de acontecimientos sin aprovecharlos para realzar su labor política, sacando lustre a las mejores virtudes de la nación con los momentos más gloriosos del pasado. Siguiendo esta premisa, este año, el presidente ruso Dmitri Medvédev y el primer ministro, Vladimir Putin, junto con otras figuras políticas de relieve invitadas para la ocasión cumplirán una vez más con la tradición y presidirán un desfile extraordinario: la parada militar conmemorativa del 65º aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria (1941-1945) contra la Alemania nazi que será la más espectacular y grandiosa de las vividas hasta la fecha.
Según fuentes del Kremlin, en el desfile tomarán parte más de diez mil soldados y numerosas unidades técnicas de todas las fuerzas armadas del Ejercito Ruso. Incluso se contará con la participación especial de compañías militares de los antiguos países aliados es decir, de Francia, Inglaterra y EEUU, algo que nunca se había visto. Habrá una referencia al pasado y desfilarán soldados vestidos con las indumentarias de Gran Guerra Patria y los vehículos y el armamento propios de esa época..

Las columnas de blindados pesados volverán a pasar por la Plaza Roja por tercer año consecutivo después de una larga pausa de diecisiete años impuesta por las autoridades, todavía no se sabe muy bien porqué. Por supuesto, Rusia pondrá mañana sobre el adoquinado moscovita lo mejor de su tecnología y de su poder militar. Unidades de transporte de todo tipo, vehículos anfibios, los poderosos tanques T-90, los misiles balísticos de última generación Topol-M y los novedosos sistemas de misiles antiaéreos Pantsir.

Un brillante desfile que tendrá su reflejo y continuación en el cielo. Los mejores pilotos y la práctica totalidad de los aparatos del ejército del aire volarán en una formación de 140 aviones bajo un cielo azul garantizado en estos casos. Será un espectáculo único y, probablemente irrepetible porque, hasta ahora, solo se habían visto los ejercicios y piruetas de las pequeñas escuadrillas del conocido grupo de pilotos de pruebas Los caballeros del Aire. Las joyas de la aviación militar rusa también estarán presentes, los bombarderos tácticos Su-34 y esas estelas de humo con los colores de la bandera rusa…

El objetivo de mostrar la salud de la nación estará más que cumplido con el lujo de las tropas, pero esto es solo una parte; en el fondo, la parte menos importante de la fiesta. Se rinde honor y reconocimiento al heroísmo de la guerra y a sus protagonistas, los veteranos combatientes. Según fuentes del Gabinete de la Presidencia de Rusia, se ha invitado a los desfiles que, además de en Moscú, se celebrarán en todo el país, a todos los veteranos cuya salud se lo permita. En la Plaza Roja, los actos conmemorativos contarán con la presencia principal de casi mil de ellos.

Pero con la faceta visible y política, con los fastos del desfile, no habrá terminado el día. La parada militar en la Plaza Roja es su punto de partida y, al mismo tiempo, su clímax, pero el ambiente continúa con una dimensión mucho más amplia y auténtica, convirtiéndose en una de las fiestas de mayor calado social y más sinceramente sentidas de todo el año.

En este país es muy difícil encontrar a alguien que no tenga o haya tenido alguna relación con la Gran Guerra Patria, o sea, la contienda que libró la URSS contra el Tercer Reich y sus satélites durante la 2ª Guerra Mundial. En casi cada casa se rinde homenaje al padre presente o al abuelo ya ausente. Se les admira, se les recuerda, son el centro de la reunión. Se suele organizar una gran comida y se brinda repetidamente a su salud, a la salud de aquellos que lucharon y cayeron por la Patria. Es cierto que la propaganda política ha utilizado masivamente sus imágenes y sus vidas durante 60 años, pero el icono de héroes que ha quedado refleja la realidad y es totalmente justo.

Hay algunos veteranos que celebran este día junto con sus antiguos hermanos de armas. Son personas que sufrieron la tragedia de la guerra en primera persona y quedaron marcados y vinculados para siempre. Llegan incluso de otras ciudades a los puntos de encuentro acordados. Son veladas preñadas de recuerdos…aquellos camaradas que se fueron perdiendo en el camino de la vida, los que se quedaron en el frente, aquel horror y aquellos buenos ratos. Esos sentimientos, esa nostalgia, esas personas son precisamente lo que le da el sentido a toda la pompa de los desfiles y a las comidas familiares; son el núcleo, la intimidad de la fiesta.

Mientras tanto el 9 de mayo está en la calle y todo hace referencia a él. Es imposible no enterarse, pasar la fiesta por alto. Los preparativos comienzan con casi un par de semanas de antelación. Hay carteles por las calles, postres en todas las tiendas, el transporte público está decorado con motivos militares y referencias al aniversario. Los periódicos comienzan a publicar artículos conmemorativos, las revistas suelen sacar monográficos, incluso aquellas que no tienen nada que ver con el asunto. Las televisiones emiten documentales, las radios, reportajes y entrevistas. Y el Día de la Victoria se celebran conciertos de todo tipo: música clásica, popular, marchas militares… y se reponen, sí, se reponen año tras año, las mismas películas soviéticas sobre aquella contienda. Y año tras año la gente las vuelve a ver con gran placer, veteranos, mujeres, hombres y niños.

Las calles son de un bullicio tranquilo: jóvenes con cintas a rayas negras y naranjas prendidas de la ropa, símbolo de la celebración y de las que el año pasado se repartieron 53 millones de unidades, disfrutan de un día de asueto; familias enteras disfrutan del ambiente festivo, mientras que esos viejos de ochenta años, habitualmente invisibles, hoy están vestidos con sus uniformes de gala, impolutos, bellos y pasean orgullosos sus muchas medallas. Saludos, flores y abrazos. El frenesí moscovita ha desaparecido.

Sin embargo es una fiesta condenada a cambiar su rostro. Su manifestación visible y el trasfondo seguirán siendo los mismos pero el protagonista principal, en virtud del transcurrir del tiempo, terminará por desaparecer. Los veteranos de la II Guerra Mundial… cada vez quedan menos. La mayoría tienen ya más de ochenta años. Son los últimos representantes de una generación que con un arrojo infinito y un mar de sangre ahogó la agresión nazi y arrancó una victoria final para las fuerzas aliadas. Una victoria que quizás se forjó en las espeluznantes batallas de Stalingrado y Kursk más que en las playas de Normandía. Eso es algo que se sabe aquí, que está en los libros de historia, pero que se ignora en muchos otros lugares, sobre todo por el gran público. Es lamentable que un telón de acero que separó dos partes del mundo históricamente ya alejadas, impidiera repartir méritos y honores universales solo porque no eran del color adecuado. Eran personas que murieron, millones de ellas, que merecerían otra cosa.

Noticia tomada de la pagina sp.rian.ru

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